Un bárbaro en París fue escrito durante una corta estancia en París. De la versión en francés (Éditions des D.I. de L´Esprit Nouveau. 23, Rue des Morillons, 23. París) se tiraron 450 ejemplares en papel Super Alfa numerados, y 20 ejemplares en papel Japón. Mi ejemplar es el 198. Traduction d’Helene (Galina) Izdebska. Retrato de Marcoussis.
Traducción de Emilio Quintana Pareja.
Introducción de Paul Dermée: «Zéro». !Bárbaro! !Qué magnífico orgullo, Kurcijs! ¿Pero tu nacimiento letón, tu gran cuerpo blanco, tus cabellos rubios te otorgan títulos para esta gloria salvaje?
El mundo se ha desvanecido y encogido singularmente desde hace 2000 años, uva que se seca y se marchita como una viejecita, cabeza de antepasado reducida al tamaño del puño que los rifeños llevan en sus «smalah».
La tierra y sus naciones, hoy se puede hacer el tour de un vistazo, y no hay un solo pueblo bárbaro!. La barbarie sólo se encuentra en algunos elegidos.
Porque la barbarie es la tabla rasa de las nociones viejas, la espontaneidad de la invención y del pensamiento que ignora los ritos consagrados y la historia, el cero absoluto del que se parte para recrear todas las temperaturas -y todos los seres, todos los pensamientos, todos los sentimientos que eclosionan a cada una de estas temperaturas.
Si quieres ser o convertirte en un bárbaro, Kurcijs, huye de París que quiere nada de ti. Su encanto te engancha más que el opio de Asia. Apenas has pasado un mes y ya te has suavizado.
No necesitamos a un bárbaro desfallecido de emoción ante los dos ojos del Sena o ante la oscura mística de Nuestra Señora. Las jóvenes de Montmartre no donan el heroísmo más que a sus hombres -pero a ti te hacen suspirar.
París, villa de delicias! Pero nosotros no tenemos necesidad de delicias!
Lo que esperamos de cada país es el cero de sus glaciares inviolados, la blancura de su última nieve, el grito sin eco de sus almas nuevas.
Las viejas naciones ven alzarse a sus bárbaros inmunizados al fin contra esta enfermedad hereditaria: la civilización.
Y en los pueblos jóvenes, ¿nadie escapará a la civilización?
Sé de verdad bárbaro, Kurcijs, tú que tienes la vocación, ya que eres poeta.
No, no puede haber bárbaros sino de París.
En el museo, entre las momias podridas,
Entre las santas imágenes, los Jesús, los cardenales,
Entre las viejas armaduras, los trombones, las espadas,
Y esos descartes de reyes que las polillas destruyen
así como una mirada astuta,-
Veo un cinturón de castidad
Que el caballero puso en la cintura de su dama,
Cuando se fue a la guerra.
¿No se estaba burlando el pobre de sí mismo?
¿Y no se parecía al caballero temerario?
¿El pobre burgués que es un poeta vivo
Quiere cerrar la boca con los prejuicios?